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El recuerdo en la mirada

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  EL RECUERDO EN LA MIRADA   Ha amanecido frente al lugar donde descansáis sí, aquel lugar donde, una y mil veces, os mordisteis los labios dulcemente. Ya vosotros no lo sabéis, por ser la ceniza del sueño eterno como algún día, tampoco yo lo sabré por ser ya, recuerdo en la memoria de algún vivo. He caminado en un día poderoso y soleado; entre la verde hierba, la senda del barranco se hermana con la línea del horizonte. Como yo, otros también caminan sobre las palabras; el beso, la espina. Si la oyeseis, oiríais la constante y cercana música del incorruptible mar que sobre vuestro silencio os mantiene unidos bajo el musgo y la piedra. Ya vosotros no lo sabéis, porque ahora sois el recuerdo en la mirada sobre los restos de un honrado naufragio y lo que supisteis en otro tiempo, era coronado por el amor cuando vuestros cuerpos actuaban en el escenario de la vida. Ahora, entre los grises y el verde, el mar lo inunda todo sobre el

Donde habita tu rostro en Zendalibros.

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Donde habita tu rostro, de Juan Pedro Iglesias García 20 Dic 2018 / Miguel Ángel Santamarina  /  Poesía Como Ulises, Juan Pedro Iglesias García emprende un viaje, a través de las palabras, para dar sentido a las circunstancias que rodean la vida. En Donde habita tu rostro hay poesía y también prosa, que el autor utiliza como herramientas para llegar a su Ítaca. Iglesias cita a Homero y también a Pessoa —” Leer es soñar de la mano de otro “—, a Whitman y Gil de Biedma, a Calderón y a Onetti, y a Machado y Darío, en un libro donde el tono referencial sirve de guía a los sentimientos que transmiten sus versos. Porque si hay algo omnipresente en esta obra es la defensa de la literatura , de la necesidad de leer y del placer de escribir. En este poemario —salpicado también de prosa impregnada de lirismo— la naturaleza es uno de los grandes temas, presente en los versos de “Son los árboles”, “Sierra de Guadarrama”, “Desde el árbol en

POESÍA - NADA QUE CONTAR - Concurso de Poesía en ZENDA #OTOÑO

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NADA QUE CONTAR Sería extraño recrearse sin más ante la idea indivisible del nada que contar, sobre este abismo de silencios en cuyas palabras, el oxímoron de la vida corretea con el frío cálido de los días. Como si nada que contar fuese una metáfora ante mis cien hojas en blanco, repletas de cerrados balcones con estrechas calles que miran a un horizonte fresco y salado. Allí, donde llenar los vacíos que las certezas dejaron. Como hoy, que siendo ya otoño, se fueron mis ojos con la triste imagen de una pareja, que sentada en el restaurante, tan solo estrellaban los suyos en la infinita soledad de sus pantallas; efímero cristal de su vida. No un rato, si no más de media cena. Ni tan siquiera, para desearse con la mirada. Más tarde, yo me fui, paseando la ciudad y ya lejos, recordé como dibujaron su final, su adiós al amor, sin nada que contar ante el fugaz teclado de sus teléfonos.

Las diarias horas

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Las diarias horas Se ha ido y estás solo pensando en ese apagado y hermoso reino del amor. En las horas dulces de lo amado ahora, sólo queda un rastro triste en las diarias horas  cuando siendo amante, esperabas. También, cuando contemplabas  su rostro joven en un grácil cuerpo, etéreo sobre las olas del mar y amándote tu amada te entregaba su cuerpo para que tu buscaras su ardiente boca  y por la cintura, tus fuertes brazos la abrazaran. Por momentos, pensé en como seríamos  ya sin amor, ya apagados todos los sonidos calladas las palabras en una insoportable levedad sin amor, ya nada. Pero claro, todo resulta arduo. Como lo es el amor, más difícil su distancia, también su presencia más luego, la larga duda  de las diarias horas.

El Club Dumas, uno de los grandes Clásicos del siglo XX

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Fotografía:  Victoria Iglesias   El Club Dumas   https://www.elespanol.com/blog_del_suscriptor/opinion/20180615/club-dumas-grandes-clasicos-siglo-xx/315288469_7.html “El fogonazo de luz provocó la silueta del ahorcado en la pared. Colgaba inmóvil de una lámpara en el centro del salón , y a medida que el fotógrafo se movía a su alrededor, accionando la cámara, la sombra provocada por el flash se recortaba sucesivamente sobre cuadros, vitrinas con porcelanas, estanterías con libros, cortinas abiertas sobre grandes ventanales tras los que caía la lluvia”. Así, con este soberbio claroscuro, comienza la novela El Club Dumas de Arturo Pérez-Reverte. En la trama, la propia sombra de Richelieu planea sobre la lectura y su protagonista, Lucas Corso. Un auténtico cazador de libros, al que el escritor dota de esa excepcional mirada revertiana sobre la vida y los hechos que van ocurriéndole. En cierto modo, como él los quiere vivir. Pues, otros per

Cuéntame #PoemasDeAmor Zenda

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Cuéntame Cuéntame con tus ojos los días en que recuerdas los felices besos y abrazos. Los paseos de la mano o agarrados a la cintura los cafés con leche condensada, mirando tus manos y tu blusa abierta,                              arrojando perfume. Cuéntame si no es mejor así la pasión de la letra                                          en una canción que entorna tus ojos y muerde tus labios. Cuéntame que no deseas exhalar                     el éxtasis de caricias mientras, a lo lejos, miras como un ejército de deseos llama a las puertas de tus oídos. Cuéntame y no sucumbas al olvido que recite el alma  del viento los sonidos para que embriagados de palabras y vino nos amemos eternamente,                                en un amor                                        a sangre y fuego.

EL PUENTE

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EL PUENTE Los chicos del lugar volvían de jugar cerca del puente de piedra. Siempre bromeando, con carreras y empujones, al grito de: ‘quién llegue antes’. Otras veces, clamando con un ruido comparado al de una bandada de cornejas pasando por la cruz del campanario. En la plaza, cerca de la iglesia, y sentado bajo la sombra de un olmo, estaba Germán Palacios. Germán Palacios era el más viejo del lugar. Cumpliría esa Navidad ochenta y nueve años, tenía los ojos alegres, las manos temblorosas y el pelo niveo. De pequeño fue cabrero; de joven, soldado en África. Más tarde, cultivó una pequeña parte de las tierras que heredó de sus padres, y cuando las fuerzas le empezaron a flaquear, se dispuso a esperar la muerte, a la que nunca deseaba, ni temía. Nadie en el pueblo contaba historias como Germán, ni traía a cuento de manera tan oportuna refranes o graciosos chascarrillos. Los chicos, al verlo, aceleraron su paso, y cuando llegaron a la plaza por el camino del puente,

Todos los mares conducen a Conrad

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https://www.elespanol.com/blog_del_suscriptor/opinion/20171212/269043097_7.html       De vez en cuando, la infancia y la juventud van de paseo por nuestra memoria como los fotogramas de una película . Nos recuerdan, tal vez, que siendo ya adultos, lo que no se olvida y te acompaña, se convierte para tu presente futuro inmediato, en la mochila de tu vida. Por eso, cuanto mayor vas siendo, con mejor nitidez se aprecian los recuerdos de juventud. El tempus fugit  se escribe con la letra clara del paso de los días. Acaso, en palabras de Conrad, la vida es sólo eso... un sueño y un temor .       El otro día rescaté unas fotos que disparé (hace poco más de un año) a un velero sobre la dársena sur del muelle de Santa Cruz. Unas jornadas profesionales me llevaron a la isla. Recuerdo que llegué a Tenerife finalizando el mes de noviembre. Con el mazazo reciente de la muerte de mi padre y en plena fiebre blackfridey , ya saben, calles llenas de una programada y enloquecida mu

SON LOS ÁRBOLES. Del poemario: "Donde habita tu rostro"

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SON LOS ÁRBOLES Nunca se fueron los árboles de mi memoria atrincherados, habitan un rincón de ese tiempo lúcido y sentido que me habla. Son esa ventana por la que miramos el verde y ocre del otoño el anuncio del llanto, que sobre los suelos en sus hojas, dejan las mañanas. La blanca nieve del invierno, que a la sazón en pinceladas dibuja los caminos de primavera para después, con sus ojos abarrotar de dorado los campos en verano. Son los árboles un tiempo sagrado donde pensar que a veces todo es inútil que nada es imposible. Que la derrota es un impulso donde la tristeza se desnuda en ferviente alegría. Son los árboles, con sus raíces hincadas en el dulce abismo de la tierra un grito a la vida.